Desde su construcción entre finales del siglo XIX y principios del XX, el ferrocarril transístmico en Matías Romero se convirtió en un eje articulador de la vida en esa comunidad. La otrora Ranchería de Rincón Antonio Nuevo se convirtió en urbe gracias al auge ferroviario en el istmo de Tehuantepec y terminó por ser conocida como “ciudad ferrocarrilera”. Sus talleres fueron de los más relevantes en todo el país y dieron trabajo a unas mil personas. 
En esta localidad oaxaqueña, los ritmos comunitarios, los espacios públicos y privados, la economía y la política giraron alrededor de los trenes en buena parte del siglo XX. El ferrocarril fue la representación material de un proyecto de nación que pretendía convertir el istmo de Tehuantepec en “línea del comercio del mundo”, de acuerdo con las ideas del diplomático Matías Romero Avendaño.

Así, utopías, esperanzas y memorias en torno a los trenes fueron tejiendo relaciones y compases cotidianos que iban en sintonía con el ferrocarril.
Con la privatización de FNM, los talleres cerraron, los trenes dejaron de ser de pasajeros y de los casi tres mil ferrocarrileros que había en Matías Romero, solo fueron contratados 50 por la nueva paraestatal Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec (FIT).Más de veinte años después de este giro en la vida del istmo oaxaqueño, el camino de hierro persiste como una presencia material y afectiva que mantiene viva la ilusión por el regreso de los trenes de pasajeros y el renacer de «la ciudad ferrocarrilera».

Las historias narradas en este sitio web muestran un recorrido (incompleto) por una ciudad-símbolo que se niega a vivir sin el ferrocarril.